¿QUÉ SABEMOS SOBRE LA MUERTE?

La muerte es el regreso al punto original de partida.

La Ciencia de la Muerte es terriblemente divina...

“La muerte es una resta de quebrados, terminada la operación matemática, lo único que continúa son los Valores”. Nosotros somos Puntos Matemáticos en el espacio, que accedemos a servir de vehículo a determinadas sumas de Valores; eso es obvio.

Esos Valores continúan después de la muerte, se los traga la Eternidad. En la Eternidad, esos Valores se atraen y se repelen de acuerdo con la LEY DE LA IMANTACIÓN UNIVERSAL.

Pero esos Valores, más tarde, son expulsados por la Eternidad, ella los vomita, y entonces retornan, regresan; desarrollan nuevas células con sus percepciones y sensaciones; vuelven al mundo, y se convierten en el “señor tal y tal”, o en la “señora o señorita doña fulana de tal”. Ésa es la cruda realidad sobre la LEY DEL ETERNO RETORNO de todas las cosas. Es una Ley Universal.

El cuerpo físico en sí mismo no es todo. Un cuerpo está formado por órganos, y cada órgano está compuesto por células; a su vez, cada célula está compuesta por moléculas, y cada molécula por átomos. Si fraccionamos cualquier átomo liberamos energía. Los átomos en sí mismos se componen de iones que giran alrededor de los electrones, de protones, de neutrones, etc., etc., etc. Todo eso lo sabe la Física Nuclear.

En última instancia, el cuerpo físico se resume en distintos tipos y subtipos de energía, y eso es interesantísimo; el mismo pensamiento humano es energía. Del cerebro salen determinadas ondas que pueden ser registradas sabiamente. Ya sabemos que los científicos miden las ondas mentales con aparatos muy finos, y se las cataloga en forma de microvoltios. Así, pues, en última instancia nuestro organismo se resume en distintos tipos y subtipos de energía.

La llamada materia no es más que energía condensada, por eso dijo Albert Einstein: “Energía es igual a masa multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado”. También afirmó en forma enfática: “La masa se transforma en energía, la energía se transforma en masa”. Así que, en última síntesis, la llamada materia no es más que energía condensada.

El cuerpo físico tiene un fondo vital orgánico; quiero referirme al LINGAM SARIRA de los teósofos, la condensación bio-termo-electromagnética.

Dicho cuerpo es el asiento de la vida orgánica. Ningún organismo podría vivir sin el cuerpo vital. Cada átomo del cuerpo vital penetra dentro de cada átomo del cuerpo físico y lo hace vibrar y centellear.

Todos los fenómenos químicos, fisiológicos y biológicos, todo fenómeno de percepción, todo proceso metabólico, toda acción de las calorías, etc., tiene su base en el cuerpo vital.

Este cuerpo es realmente una especie de doble orgánico; si, por ejemplo, un brazo de ese doble vital se sale del brazo físico, sentimos que la mano se nos duerme. Al penetrar cada átomo del cuerpo vital dentro de cada átomo del cuerpo físico se produce una vibración –la vibración esa que siente uno cuando se le duerme un brazo y quiere despertarlo, una especie de hormigueo, por decirlo así.

Si se le sacara definitivamente el cuerpo vital a una persona física y no se le volviese a traer, moriría la persona física; así que resulta interesante esto del cuerpo vital. Sin embargo, este cuerpo no es más que la sección superior del cuerpo físico. Es, dijéramos, la parte tetradimensional del cuerpo físico. Los vedantinos consideran el cuerpo vital y el cuerpo físico como un todo, como una unidad.

Un poco más allá de este cuerpo físico con su asiento vital orgánico tenemos nosotros el Ego. En sí mismo, el Ego es una suma de diversos elementos inhumanos que en nuestro interior cargamos. Es obvio que a tales elementos los denominamos ira, codicia, lujuria, envidia, orgullo, pereza, gula, etc.

Son tantos nuestros defectos que aunque tuviésemos mil lenguas para hablar y paladar de acero no acabaríamos de enumerarlos a todos cabalmente.

Hay gentes que entronizan al Ego en el corazón, y le hacen un altar y lo adoran; son equivocados sinceros que suponen que el Ego en sí mismo es divinal, y en esto están perfectamente equivocados.

Hay quienes dividen el Yo en dos: Yo superior y Yo inferior; quieren que el Yo superior controle al Yo inferior. No quieren darse cuenta esas gentes de que sección inferior y sección superior son la misma cosa. El Yo en sí mismo es tiempo, el Yo en sí mismo es un libro de muchos tomos; en el Yo están todas nuestras aberraciones, todos nuestros defectos, aquello que hace de nosotros verdaderos animales intelectuales en el sentido más completo de la palabra. Algunos dicen que el “Álter-Ego” es divino y lo adoran; es otra forma de buscar escapatorias para salvar al Yo, para divinizarlo. El Yo es el Yo, y eso es todo.